Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, realizaron un “vistazo poco común” a la actividad cerebral de un paciente con obesidad y pérdida de control de la alimentación bajo el efecto de la tirzepatida (que se comercializa como Mounjaro o Zepbound) reveló que el medicamento suprime la señalización en el “centro de recompensas del cerebro”, pero temporalmente.
La investigación sugiere que el medicamento agonista del receptor del péptido, similar al glucagón-1 (GLP-1) y del polipéptido dependiente de glucosa (GIP) desarrollado originalmente para controlar la diabetes tipo 2, podría tratar una amplia gama de afecciones relacionadas con el control de los impulsos, como el trastorno por atracón.
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Sin embargo, aunque puede haber indicios prometedores para ayudar a los pacientes con impulsos no deseados, esos inhibidores (GLP-1 y GIP) podrían no estar desarrollados de forma óptima para tratarlos adecuadamente y requieren más investigación.
Los resultados de esta investigación fueron publicados en Nature Medicine y ofrecen información importante sobre cómo estos dos fármacos pueden funcionar dentro del cerebro y guiará a los científicos a medida que exploren nuevas indicaciones, comentó el autor principal Casey H. Halpern, profesor de Neurocirugía Estereotáctica y Funcional.
Señala que hasta que no comprendan mejor su acción en el cerebro es demasiado pronto para llamar a esos dos inhibidores (GLP-1 y GIP) fármacos milagrosos para otras afecciones además de la diabetes tipo 2 y la obesidad.
La pérdida de control sobre la alimentación es un problema muy común que afecta a personas con obesidad y diversos trastornos alimentarios. El trastorno por atracón se considera como el más común en Estados Unidos; quienes lo padecen sienten que pierden el control sobre la comida y siguen ingiriendo alimentos más allá de la sensación habitual de saciedad.
Los comportamientos alimentarios, incluidos los atracones, están regulados por circuitos cerebrales que involucran el hipotálamo y los centros de recompensa del núcleo accumbens (NAc). En específico el NAc regula el sistema de motivación en el cerebro y guía las decisiones relacionadas con la búsqueda de placer y el control de los impulsos.

Investigaciones previas demostraron que en personas con obesidad y TA la señalización del NAc y sus circuitos dentro del cerebro están desregulados.
Incluso sin el diagnóstico de TA hasta el 60% de las personas con obesidad informaron experimentar “ruido alimentario” o pensar constantemente en comida, lo que les conduce a angustia y comportamientos alimentarios desregulados.
Este “ruido alimentario” también es común en el tratamiento de trastornos como la bulimia nerviosa y la anorexia nerviosa.
Halpern expone que desarrollar nuevas formas de tratar a estos pacientes es importante. Y si bien muchas personas que toman esos inhibidores informan de una reducción en el ruido, los medicamentos no están aprobados por la FDA para tratar la preocupación por la comida y su impulsividad relacionada.
Y de hecho su impacto en la actividad cerebral apenas ha comenzado a estudiarse.
La investigación previa del profesor reveló una actividad eléctrica distintiva en el NAc que surge antes de que alguien experimente preocupación por la comida y el impulso de darse un atracón, pero no cuando simplemente tiene hambre antes de las comidas normales.
Mientras que un ensayo piloto previo demostró que la aplicación de estimulación eléctrica de alta frecuencia al NAc cada que se producían señales asociadas al antojo era capaz de prevenir los comportamientos de atracones.
En el ensayo con cuatro participantes se implantaron electrodos de electroencefalografía intracraneal (iEEG) en el cerebro de una persona con obesidad que sufre pérdida de control de alimentación, estos de una forma similar a los dispositivos utilizados para tratar y estudiar la epilepsia resistente a los medicamentos y al Parkinson.
En este caso el dispositivo registra la actividad eléctrica en el NAc cuando los participantes están con alimentos que normalmente desencadenan episodios de atracones.
Luego de establecer la línea base de cada participante el equipo programa los electrodos para administrar estimulación eléctrica de alta frecuencia al NAc cada vez que se producen las señales asociadas al deseo.
Durante un intervalo de seis meses los participantes informaron reducciones drásticas en sus sentimientos de pérdida de control y en la frecuencia de sus episodios de atracones.
En uno de los casos dado que el primer inhibidor de GLP-1 no funcionó para una paciente el médico de la participante le recetó tirzepatida para ayudar a controlar su diabetes tipo 2 antes de la cirugía y debido a que la diabetes puede ser un factor de riesgo de infecciones después de la cirugía la dosis se aumentó de forma lenta hasta el máximo antes y después de la cirugía para implantar los electrodos.
Esto dio a los investigadores la oportunidad para observar cómo la tirzepatida afecta las señales cerebrales relacionadas con el comportamiento alimentario en tiempo real.
Después de que se implementaron los electrodos y la participante alcanzó su dosis completa del medicamento, ella no informó ninguna preocupación por la comida y su actividad relacionada en el NAc fue silenciosa.
Sin embargo, después de un periodo de cinco meses se detectó actividad en el NAc consistente con lo que se esperaría de alguien con obesidad, junto con informes de una preocupación grave por la comida, lo que sugiere que los efectos del medicamento en el trastorno conductual de esa paciente fueron temporales.
En contraste, quienes no tomaron tirzepatida mostraron la actividad elevada esperada del NAc y episodios frecuentes de preocupación por la comida, en consonancia con los hallazgos anteriores.
La notable disminución en la señalización del NAc y la preocupación por la comida de la participante antes referida sugiere que el medicamento fue responsable de la disminución temporal del ruido de la comida.
Al respecto la coautora Wonkyung Choi, candidata a doctora en el laboratorio de Halpern, afirmó que los hallazgos deberían inspirar más investigación para desarrollar un tratamiento mejor adaptado a los rasgos de impulsividad de la obesidad y los trastornos alimentarios relacionados, que sea seguro y duradero.



