Durante mucho tiempo se ha dicho que hacer ejercicio en la noche puede quitar el sueño.
La razón es que la actividad física eleva la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal y los niveles de energía.
Sin embargo, estudios recientes han demostrado que esto no siempre es así. Todo depende del tipo de ejercicio y del momento en que se realice.
Intensidad, factor a tener en cuenta
Ejercicios muy intensos justo antes de dormir pueden dificultar el descanso en algunas personas.
Esto se debe a que el cuerpo necesita tiempo para volver a un estado de calma. Pero si se hace ejercicio moderado unas horas antes de acostarse, puede tener efectos positivos. Incluso ayuda a relajarse y dormir mejor.
Actividades como yoga, caminar o estiramientos suaves en la noche pueden mejorar la calidad del sueño. Estas rutinas ayudan a liberar tensiones del día y calman la mente. Además, el ejercicio constante regula los ciclos de sueño con el tiempo. La clave está en conocer cómo reacciona tu cuerpo.
Cuerpos y ambientes distintos influyen también
Cada persona es diferente, y lo que afecta el sueño de una, puede no afectar a otra. Por eso es importante observar cómo te sientes después de entrenar de noche.
Si notas que duermes mal, prueba ejercitar más temprano o bajar la intensidad. Escuchar al cuerpo siempre es una buena idea.
También influye el ambiente en que haces ejercicio: si es con mucha luz, música fuerte o muy cerca de la cama, puede ser más difícil conciliar el sueño. Cambiar estos factores puede marcar una gran diferencia. Una rutina relajante después del ejercicio también puede ayudar a descansar mejor.
Todo está en probar, ajustar y encontrar lo que mejor funcione para ti. Dormir bien y mantenerse activo pueden ir de la mano.



